En 1968, cuatro niñas afirman haber visto a la Virgen María, y otros dicen haber recibido mensajes divinos, entre ellos Clemente Domínguez, el autoproclamado papa de El Palmar de Troya.
Aprovechando la atención mediática por la creación de una nueva división de la Iglesia católica, el objetivo de los palmarianos es la expansión y, durante diez años y gracias al dinero de los fieles, se construye su majestuosa basílica.
La erosión económica de los palmarianos debida al suntuoso estilo de vida de Clemente y su círculo íntimo comienza a hacerse evidente. Los crecientes rumores de escándalos sexuales alejan a la Iglesia de sus años de gloria.
Tras la muerte de su líder Clemente, los palmarianos viven tiempos de discreción. El Papa Pedro II se dedica a evitar el colapso económico de la secta, pero los escándalos sexuales ponen en evidencia la decadencia de la orden.