Esta impresionante película de no-ficción de Nettle Wild (que no procede del oeste, sino del norte) nos transporta a la naturaleza, no como telón de fondo sino como protagonista vívida y elemental que domina la experiencia de los pueblos indígenas y los colonizadores que se labran la vida allí. A más de 1600 kilómetros por carretera desde Vancouver, la Columbia Británica, las tradicionales tierras de la Primera Nación de Tahltan contemplan al majestuoso río Stikine, glaciares ancestrales, pequeñas comunidades y magníficas vistas. Sin hacer comentarios, Wild observa cómo un helicóptero instala meticulosamente una torre de transmisión de más de 7000 toneladas, otro punto en el marco del paisaje. Una experta cazadora cruza a nado a sus 17 caballos a través del devastador Stikine. Un minero de la Primera Nación de Tahltan cava profundamente el mismo territorio que sus antepasados luchan por proteger. Más que polémica, se trata de una película poética, una meditación inmersiva y rapsódica de una tierra y su pueblo, como los mineros, los cazadores y los hombres y mujeres tahltan de diferentes culturas y mentalidades, todo bajo una impresionante y eterna belleza. (KONELINE significa «Nuestra tierra hermosa» en la lengua tahltan).
