Corre el año 1920 y Ricardo Márquez, acaudalado empresario, aguarda con impaciencia la llegada de su hija Victoria, que celebran su vuelta. Ella solo piensa en volverse a encontrar con Ángel Ruiz, un chico de familia humilde del que está enamorada.

Ángel y Victoria resultan imparables. Inician una serie de furtivos encuentros. Tras la explosión de la bomba en casa Márquez, la guardia civil comienza a buscar a los culpables y llega hasta Salvador, hermano de Ángel, al que detiene intentando huir, pero termina puesto en libertad.

Ángel ha tomado ya una decisión definitiva: deja los hábitos. Va a visitar a Victoria y le propone huir juntos. El Marqués comienza entonces a mover sus hilos para desestabilizar a los trabajadores logrando así con sus manejos una huelga entre los mineros. Victoria, azuzada por el Marqués, se plantea el veto contra su propio hermano.

Hugo de Viana, el despechado pretendiente de Victoria , reta a duelo a Ángel. Gonzalo, el Marqués de Castro, que apadrina a Hugo y presta sus armas para el duelo, se sorprende al ver aparecer a Pablo Márquez junto a Ángel, acompañándole como padrino. Victoria intenta evitar el duelo. En la mina continúan los conflictos.

El hermano de Ángel, Salvador, está en la cárcel. Ángel pide ayuda a Victoria que no duda en recurrir a Alicia, la dueña del burdel. Ángel descubre que Gonzalo de Castro está detrás del encierro de su hermano. Victoria sigue ocupándose de los negocios de la familia.

La repentina decisión de Ángel de ordenarse sacerdote ha afectado profundamente a Victoria que se escapa de casa. Irene de Castro sigue débil y culpa a Victoria del distanciamiento de su esposo. En la fábrica de tabaco, el patrón amenaza con cerrar la escuela y exige a Encarna favores sexuales.