Tú También Lo Harías

Un autobús nocturno que conecta el aeropuerto con la ciudad ha sido asaltado y hay tres víctimas mortales. Le asignan el caso al Inspector Fran Garza y a su compañera -y también expareja- Rebeca Quirós. Los cinco pasajeros y el conductor del autobús, personajes muy distintos entre sí, relatan los hechos… El pasaje fue asaltado por tres individuos enmascarados que les quitaron objetos de valor y todos los dispositivos electrónicos. A través de sus móviles y usando la violencia para obligarles a darles sus contraseñas, vaciaron sus cuentas mediante transferencias imposibles de rastrear. Tras esas transferencias hay un hacker: “Coco”, que parece ser el cabecilla de los atracadores. Fuera del autobús, un jeep naranja esperaba a que los tres atracadores salieran del autobús con el botín. Pero el atraco no sucedió como los atracadores habían planeado… Tras vaciarles las cuentas, los atracadores amenazaron al pasaje: con toda la información personal obtenida sobre los pasajeros a través de sus propios móviles, los ladrones se aseguraron de que nadie les delataría a la policía. Si alguien les denunciaba les harían la vida imposible, a ellos y a sus familias. Lo saben todo, absolutamente todo. Pero cuando el atraco terminó, justo antes de que los atracadores huyeran, un misterioso y encapuchado pasajero se puso en pie, les robó las pistolas y les disparó a sangre fría, acabando con la vida de los tres enmascarados. Luego, sin mediar palabra, se dio a la fuga. El jeep que esperaba a los atracadores, al ver los disparos, también huyó de la escena del crimen. Sorprendido por los acontecimientos, Fran pide a los seis testigos que describan detalladamente al fugitivo. Sin embargo, a la hora de testificar, ningún pasajero aporta ninguna pista que ayude a identificar al asesino. Es más, sucede lo contrario, sus detalles son confusos y las versiones contradictorias. Todo apunta a que, por alguna razón, ninguno de los testigos quiere delatar al asesino. ¿Lo están protegiendo?

El caso se viraliza con el hashtag: #TúTambiénLoHarías y la prensa apoda al asesino como “El Justiciero”. La gente opina que hizo bien ejecutando a “los malos”, y que el Sistema no debería perseguirle. Para la gente, la policía son los únicos malos de la historia. En comisaría, Fran plantea a la comisaria Jordán la posibilidad de que los testigos hayan hecho un pacto de silencio para proteger al fugitivo. Rebeca está de acuerdo, ambos opinan que los testigos no quieren que la persona que ejecutó a los atracadores sea perseguida por ello: hay que conseguir que los testigos colaboren con la policía y les describan al fugitivo. Sin embargo, Fran y Rebeca discrepan sobre la forma de proceder con los testigos: mientras que Fran es partidario de empatizar con ellos, Rebeca no los compadece, ya que con su silencio se convierten en cómplices de asesinato. Rebeca quiere apretarles las tuercas, hacerles ver que irán a la cárcel si no colaboran con la investigación. Las dos maneras de proceder tan distintas incrementan la tensión entre Fran y Rebeca. Son muy diferentes, y su pasado como pareja no ayuda a limar asperezas. Para conseguir que los testigos rompan el pacto de silencio y delaten a su salvador, Rebeca se impone a Fran y amenaza a los testigos: si no hablan, irán del calabozo al juez y del juez a la cárcel. Jandro, uno de los pasajeros del autobús, rompe el pacto de silencio e identifica al Justiciero, pero resulta ser un farol: sólo quería volver a casa. Ante la constante negativa de los testigos de colaborar, los seis son detenidos por cómplices de asesinato. Finalmente, la policía consigue la identidad del fugitivo gracias a unos cazadores que se lo cruzaron mientras el Justiciero huía de la escena del crimen campo a través. El Justiciero se llama Dante Bazán y está en busca y captura por romper la condicional. Tras sortear a la policía, Dante se refugia en una pequeña parroquia donde el párroco, el padre Ugarte, parece conocerle muy bien.

Retrocedemos siete años para conocer el hecho que llevó a Dante Bazán a la cárcel… Dante fue acusado de asesinar a Lucía, su hermana. Leyre, la periodista que bautizó a Dante como “El Justiciero”, entrevista a Cristina Celaya, la abogada que le asistió entonces. Leyre quiere saber si Dante es un asesino. En tal caso, si la gente descubre que Dante mató a su hermana, todo el mundo dejará de considerarle un héroe. Cristina cuenta a Leyre que Dante fue víctima de la codicia de una compañía de seguros: Lucía, la hermana de Dante, padecía ELA. Apareció presuntamente asesinada después de un atraco. Tenía una hipoteca que pagar, avalada por su hermano Álvaro. La compañía de seguros acusó a Dante de haber simulado el robo y haber ayudado a morir a su hermana para poder cobrar el seguro de vida. El jurado popular terminó comprando el argumento de la aseguradora y Dante fue declarado culpable sin pruebas de cargo contra él. La abogada cuenta a Leyre que está convencida de que Dante no es un asesino. Tras cuatro horribles años entre rejas, durante un permiso, Dante se dio a la fuga. En el presente, la policía descubre el escondite de Dante, donde encuentran pistas sobre la nueva identidad que Dante está usando, Jorge Donoso. El cura de la parroquia le ha conseguido un coche, con el que ha huido. No sabemos hacia dónde se dirige, pero Dante parece que tiene claro un objetivo que quiere alcanzar antes de que la policía le dé caza. Mientras tanto, los familiares de los detenidos acuden a comisaría cuando un hombre “disfrazado” del Justiciero abre fuego contra los policías. Los agentes tienen que abatirlo ante las cámaras, dilapidando la poca reputación que les quedaba. Gracias a la información que tienen sobre su nueva identidad, la policía descubre el paradero de Dante al localizar su teléfono móvil. Mientras la policía le sigue de cerca, Leyre hace pública la identidad del ""Justiciero"", destapando el injusto fallo que le condenó a una vida clandestina. Acaba de nacer un mito.

La opinión pública está dividida. A través de las redes sociales y de la televisión los hermanos de Dante descubren que su hermano es el sospechoso del triple crimen del autocar. Para contrarrestar el artículo de Leyre, la policía lanza un comunicado retratando a Dante como un criminal y prófugo de la Justicia. Dante reposta en una gasolinera y el cajero lo reconoce, pero opta por encubrirlo. Finalmente acaba acorralado en un control policial. Agentes armados se disponen a detener a Dante, pero los civiles que presencian la escena se rebelan y, gracias al barullo, Dante consigue escapar. Fran y Rebeca consiguen acorralarlo dentro de un palmeral. Dante les despista y acaba apuntando a Rebeca con una pistola. Dante aprovecha ese momento para confesarles que los pasajeros han mentido: él no mató a nadie. Tras la confesión Dante escapa de nuevo lanzándose por un precipicio. Nadie sabe si ha sobrevivido. Fran le plantea a la comisaria Jordán la posibilidad de que Dante haya dicho la verdad: los pasajeros podrían estar mintiendo. Rebeca, que también escuchó la confesión, de Dante opina que les ha mentido para salvar su vida y para que dejen de perseguirle. Jordán también opina que Fran ha cometido un error y que, en su huida tendrían que haberle disparado. Cuanto más tiempo dure el caso, más se pondrá la opinión pública en contra de la policía. Fran cree que deben volver a interrogar a los pasajeros para que cuenten la verdad de lo que sucedió en ese autobús, pero Jordán dicta sentencia: los pasajeros vuelven a sus casas y Dante Bazán es oficialmente el asesino del autobús. Fin de la historia. Una vez firmada la liberación de los testigos, Matías, el conductor del jeep en el que debían huir los atracadores, se entrega a la policía junto a su novia y confiesa a Fran que ha habido más atracos como el del autobús. También cuenta algo que cambia el rumbo de la investigación: Dante Bazán bajó del bus antes de los disparos. Sea quien sea, el asesino es uno de los testigos.

Tras la confesión de Matías, Fran quiere impedir que los testigos salgan de comisaría. En la calle, la prensa espera ansiosa que los testigos salgan libres. Fran – con Rebeca – consigue frenar su salida y los conduce hasta el hangar donde guardan el autobús en el que sucedió todo. Fran, a la fuerza, obliga a los testigos a subirse dentro del autobús para recrear el atraco, intentando descubrir si hay alguna contradicción en lo que han contado. Ante la presión, los testigos se desmoronan y admiten que no contaron la verdad. Elisa, quien siempre defendió el pacto de silencio, no puede sostener la presión y termina por confesar la verdad… El atraco sucedió tal y como les habían contado: los atracadores les amenazaron y vaciaron sus cuentas. Entonces, como dijeron, Dante se levantó, les quitó una pistola y amenazó a los atracadores. Sin embargo, nunca disparó. Lo único que quería Dante era recuperar sus pertenencias antes de que la policía llegase, y escapar. Y así lo hizo. Tras hacerse con el control de la escena solo pensó en él y dejó al resto de los pasajeros a su suerte. Dante, muy lejos de ser un héroe, es un egoísta y un cobarde. Después de que Dante bajara del autobús, hubo un forcejeo entre todos que acabó con dos de los atracadores muertos y las armas en posesión de los pasajeros. La atracadora que había sobrevivido, muy afectada por la muerte de sus compañeros, les dejó muy claro que se vengarían de lo sucedido y dedicaría su vida a ello. Así, movidos por el miedo, y bajo la batuta moral de Elisa, los seis del pasaje decidieron ejecutar a la última atracadora para que no pudiera cumplir su amenaza. Eso les convierte a todos, en mayor o menor medida, en responsables de los asesinatos. Para evitar ir a la cárcel, se pusieron de acuerdo en culpar a Dante.

Fran y Rebeca quedan en shock al conocer la verdad. Van al encuentro de Jordán para contarle lo que han descubierto, pero antes de poder explicarse, la comisaria les revela algo que, para ella, cambia el relato de todo lo sucedido. Arancha, una de las hermanas de Dante, ha ido a declarar a comisaría que los hermanos se acaban de ver con Dante. Él los citó para contarles la verdad tras la muerte de Lucía: ella misma se quitó la vida, simulando el atraco. Dante no tuvo nada que ver, pero sí llegó al loft cuando ella estaba languideciendo y, aunque quiso llamar a una ambulancia, Lucía le rogó que la dejara morir. La comisaria tiene algo más que contar a Fran y a Rebeca: tras visitar a sus hermanos, Dante continuó con su huida y un agente en un control aduanero del que intentó huir le disparó. Ahora mismo Dante se encuentra en la UCI, en coma profundo. Y nadie excepto Jordán, Fran y Rebeca, sabe que el paciente es Dante Bazán, puesto que ha ingresado bajo su identidad falsa y nadie lo ha reconocido. Jordán considera que es mejor que la gente nunca sepa que han dejado en coma al Justiciero. Que todo el mundo crea que sigue vivo y, poco a poco, el foco mediático se olvide de todo. Así es como van a proceder, punto final. Fran, decepcionado, entrega su pistola y su placa, dejando todo el peso del caso sobre Rebeca. Ahora es ella la que se tiene que enfrentar al gran dilema de decidir qué hacer con los pasajeros del autobús… Rebeca decide acatar la voluntad de Jordán y libera al pasaje del bus, oficialmente, Dante es el asesino y sigue en busca y captura.