El dilema de un prisionero
Peter se convence de que otro agente del FBI, acusado de vender las ubicaciones de los testigos de juicios, es inocente. Cuando las pruebas apuntan a que el verdadero culpable es el jefe del Cuerpo de Alguaciles, Peter arriesga su trabajo y huye con el agente acusado para poder limpiar su nombre.