Coppola, el representante

1986. Nápoles. Coppola disfruta mucho la vida que se ha creado al sur de Italia, donde Maradona es un ídolo y vive su mejor momento deportivo. A pedido de su cliente, debe conseguirle una insólita Ferrari negra, mientras debe hacer frente a su propia turbulenta vida privada.

1990. Coppola se enamora perdidamente de una modelo y se obsesiona con conquistarla, pero ella no tiene el más mínimo interés en conocerlo. El incansable manager tendrá que hacer uso de sus contactos y estrategias más arriesgadas antes de aceptar un no como respuesta.

1994. Coppola alterna sus noches, entre El Cielo y Trumps, ambos boliches propiedad de su amigo Poli Armentano. Para hacer frente a rumores sobre la vida privada de Maradona, Coppola apela a soluciones extremas. Todo se sale de control al tiempo que la amistad con Armentano termina en tragedia.

1996. Coppola es alertado sobre una posible avanzada judicial en su contra. Atrincherado en la casa de su madre, observa en el televisor como la policía encuentra un jarrón con “coca” en su casa, que alguien le ha plantado para comprometerlo judicialmente. Detenido, Coppola transita los días más oscuros de su vida con las únicas dos armas que le quedan: cera y lavandina.

2000/1980. Luego de que su representado casi muere por sus adicciones, Coppola lo acompaña en un nuevo intento de rehabilitación. Esta vez, en la isla de Cuba. El prospecto que tiene por delante lo hace replantearse si tomó una buena decisión en los años ochenta, cuando dejó una exitosa carrera como representante de casi 200 jugadores para dedicarse exclusivamente a ser el manager de Maradona.

2001. Desde Cuba, previendo que la carrera futbolística de su cliente se está acabando, Coppola decide volver a Buenos Aires para organizar el partido despedida de Maradona. Sin embargo, la actitud errática del jugador alcanza su punto más alto, resintiendo de manera permanente el vínculo que los une.