Desde los inicios, la humanidad ha buscado ir más lejos y llegar más rápido. Con el tiempo, los caminos han evolucionado desde el sendero hasta la autopista. Hoy vemos normal su existencia, pero ¿has pensado alguna vez si realmente nos ahorran tiempo?

A lo largo de la vida, muchos de nosotros pasamos horas, días, semanas e incluso meses en sus instalaciones cerradas, climatizadas y con todo bajo el mismo techo. Los centros comerciales no solo modificaron nuestra forma de comprar, sino también nuestra forma de pensar en las compras. Y, para bien o para mal, cambiaron nuestra manera de emplear el tiempo libre.

La invención del recipiente con cierre hermético en 1946 cambió la forma de comprar alimentos, de cocinar y de comer. Nos permiten alimentarnos sobre la marcha, preparar el plato con antelación y reducir el desperdicio de alimentos, pero ¿en algún momento contribuyeron también a crear una expectativa de hiperproductividad?

Descubierto por accidente en 1946, el horno de microondas revolucionó las cocinas y hoy es uno de los electrodomésticos más presentes en el mundo. Pero la tecnología que hay detrás sirve para mucho más que hacer palomitas, de hecho, podría ser el mayor ahorrador de tiempo de la Historia.

El vaso desechable, inventado en un principio para salvar vidas, se convertiría más tarde en un símbolo internacional de la hiperactividad, en un accesorio imprescindible para la multitarea, pero ¿se trata de una ilusión? ¿Nos ahorran de verdad tiempo estos recipientes de un solo uso? ¿O simplemente contribuyen a nuestra perpetua cultura de no esperar?