Puerta con puerta

En el adosado continuo a Pelayo (un conde venido a menos), se instala la familia Pérez-Gil (Ramón y Josefina), cuya fortuna proviene de la construcción y contrasta claramente con las costumbres y modales de Pelayo. Beltrán (hijo de Pelayo) vende el título de marqués y su hija Fernanda, se instala de nuevo en casa al abandonar a su marido. La familia Pérez-Gil dan una fiesta de inauguración de su casa a la que invitan a sus vecinos iniciando así una relación que no es del todo bien vista por el conde.

La situación económica en la casa del conde es de creciente precariedad y pide la colaboración de sus hijos, Fernanda se desespera buscando trabajo mientras Beltrán acepta una oferta para hacer streap-tease en un club nocturno. Ramón, junto a otros empresarios, tiene una inminente recepción con el rey en palacio. Josefina preocupada por la envergadura del evento convence a su marido para dejarse asesorar por el conde.

La urbanización de Soto Alto, organiza una subasta con fines benéficos, Josefina convence a Ramón para que ceda una cornucopia, sin embargo Pelayo cede un simple cenicero. Su hija (Fernanda), a escondidas de su padre, cede una cajita de plata desconociendo el enorme valor sentimental que tiene para su padre.

Ramón, Pelayo y parte de las familias sufren un fuerte resfriado, el susto viene después, al enterarse que han tomado, por equivocación pastillas anticonceptivas. Pelayo recibe la visita de su cuñado y su sobrina, a punto de dar a luz, que ha dejado plantado a su novio el mismo día de la boda.

Ramón recibe a las hermanas Castro de Uría, propietarias de un terreno idóneo para construir una urbanización de lujo. En casa de Pelayo una avería de fontanería les inutiliza los servicios de la casa. Mientras llega el fontanero se ven obligados a utilizar toda la familia los del vecino. Circunstancia que aprovecha Ramón para que Pelayo le ayude a convencer a las hermanas para que vendan los terrenos.

Josefina, ante el cambio de vida de Ramón, cree que la está engañando y lo echa de casa. Ramón, sin entender nada, se refugia en casa de Pelayo, ocupando, ante el enfado de Pelayo todas las habitaciones de la casa.