El Mantequilla: Maestro de la estafa

México, 1982. Abel Rodríguez es un vendedor de seguros cualquiera que pasa sus días cotorreando con el compañero de a lado, peleándose con su esposa y “persiguiendo la chuleta,” aunque eso último sin mucho éxito. Cuando salvar su trabajo depende de hacerse del cliente con la cartera más gorda de todo Polanco, no se tienta el corazón en realizar una elaborada estafa con tal de lograrlo. Pero el plan no sale del todo bien. Abel escapa, dejando una serie de interrogantes tras de sí, y parece haber escapado a las Bahamas. Queda a cargo la novata agente Elena Robles, quien cree que este caso tiene tela de dónde cortar. La intuición de la joven no se equivoca, pues Abel, en realidad, sigue en México, solo que ahora es elegante y vive en una casa lujosa con una novia supermodelo que lo llama... ¿Julián?

En prisión, un hombre que durante años ha pretendido ser el famoso estafador "El Mantequilla" se queja de no haber recibido su soborno mensual. A salvar el día de este pobre rufián no remunerado llega Julián Manríquez: un abogado implacable y refinado. ¿Quién es Julián Manríquez? Abel, el vendedor de seguros... ¿Cómo? Más bien, ambos son Emiliano Escamilla, hijo del verdadero y muy pobre, aunque desaparecido, “Mantequilla Original.” Entre otras cosas, el dinero que ese rufián recibe mensualmente es el mismo que Emiliano robó a don Plutarco, situación que saca de su escondite al exabogado del rufián, el Lic. Botello. ¿Qué hará Botello para mantener este secreto? Mientras, Elena y Pablo siguen investigando si el caso de la estafa a Plutarco está conectado con algo más grande.

Botello necesita dinero para mantener callado al hombre en prisión, por lo que decide vender una preciada obra de arte robada hace años por "El Mantequilla" en una subasta clandestina en Acapulco. Lista para ejecutar la venta están Becky, una galerista excéntrica, y su fabuloso amigo Fernando Lacrosse, quien es, en realidad, un avatar más de Emiliano Escamilla. La venta es todo un éxito, hasta que el comprador se da cuenta de que Emiliano ha remplazado la pintura con una copia y se ha quedado con el original. Elena, finalmente, comienza a encontrar más pistas sobre el caso de Emiliano, pero en el camino deberá luchar contra la burocracia misógina de su trabajo, capitaneada por Beto, su compañero de caso.

Las pistas que ha seguido Emiliano para encontrar a su padre, "El Mantequilla," comienzan a dar frutos, y vía el cuadro se hace del contacto con el capitán Cuauhtémoc Robles, condecorado exjefe de la policía y padre de Elena. Entonces, se presenta ante él con el avatar de Adolfino Matamoros, capitán del ejército. Cuauhtémoc, oliéndose la aparición de un nuevo enemigo, manda a Emiliano tras la pista de Rodríguez, su antiguo jefe, quien Robles asegura es el verdadero artífice de dejar a "El Mantequilla" en libertad y meter a la madre de Emiliano a la cárcel. Por su parte, Elena comienza a hilar el caso, mientras Pablo brinca a conclusiones apresuradas con tal de vender una nota. La joven detective se da cuenta de que debe recurrir a su padre si desea desentrañar el caso, sin saber que él está metido hasta el fondo de todo.

Disfrazado de cantante de rancheras, con fans, disco, premios y una opulenta mudanza como telón de fondo, Emiliano logra hacerse el nuevo mejor amigo de su vecino más reciente: el capitán Rodríguez, exjefe de Cuauhtémoc Robles. Entre rancheras y tequilas, Emiliano intenta robarle a Rodríguez uno de los tesoros perdidos de "El Mantequilla," un preciado collar. En el camino, logra descubrir que Robles ha jugado con él todo este tiempo y que es él el artífice de su desgracia familiar. Elena y Pablo trabajan el caso de “El Nuevo Mantequilla” a la par; ella envía pruebas y Pablo usa su sensibilidad periodística, la cual ocasionalmente lo empuja a entregarse las ocurrencias. Lamentablemente, Pablo paga el precio de su imaginación, ya que Elena debe acusarlo con su jefe por inventar notas.

Sabiendo que ha sido engañado, Emiliano se propone darle un ultimátum a Cuauhtémoc. Pero este revira con mandarlo a conseguirle y poner en locaciones específicas una serie de “tesoros” con tal de revelarle el paradero de su padre. Emiliano, que sigue la pista de Pablo tras la serie de notas que le ha escrito, le da un pitazo anónimo con información valiosa que termina posicionando a Pablo como el periodista más relevante del momento. Muy tarde Emiliano se da cuenta de que la cacería de “tesoros” es, en realidad, una trampa, y que Robles ya conoce su verdadera identidad, la cual no duda en compartir con el mundo vía un periodicazo.