Eduard Cortés describe uno de los robos más locos de la historia del crimen. En 1955, las joyas de Evita fueron empeñadas en una joyería española por unos ayudantes del General Perón, para pagar sus gastos en el exilio. Sin embargo, las cosas no salen según lo planeado y algunos agentes leales al Peronismo tendrán que convertirse en ladrones para recuperarlos.