Ya fuera mediante los horrendos experimentos con gemelos de Josef Mengele o los intentos de cambiar el color de los ojos de las personas, los nazis trataron de distinguir entre naturaleza y entorno.

La Segunda Guerra Mundial se libra en los cielos. Aunque el Tratado de Versalles había impedido a los alemanes desarrollar nuevas armas, patrocinan aeroclubes y luchan por la supremacía en el aire.

Aunque era conocido que Adolf Hitler se oponía al uso de armas químicas y biológicas, la ciencia química y biológica desempeñó un papel inimaginable en la búsqueda obsesiva de poder de los alemanes.

¿Qué se necesita para bombardear a los aliados hasta borrarlos del mapa? Esta era la pregunta que se hacían los altos mandos nazis cuando reclutaron a los mejores científicos para crear nuevas bombas.

Para los nazis, la ciencia debía contribuir al esfuerzo bélico y asegurar el Reich de los mil años: ¿cómo optimizar al combatiente y afianzar su liderazgo?

En los primeros días de la Segunda Guerra Mundial, la Royal Air Force daba por hecho el éxito de sus bombarderos; entonces, ¿por qué los alemanes estaban derribándolos con una eficacia increíble?