María entra en la cárcel china y es mal recibida por los prisioneros de un sector, que incluso la agreden. Solo su amistad con Irina, que enseguida la convierte en su favorita, la protege en un ambiente tan hostil. María se desahoga con Irina y le cuenta la vida que tuvo con su familia en Madrid unos años antes, no sin antes jurar vengarse, ya que los considera culpables de su cautiverio. María, totalmente perpleja por toda la información que está descubriendo sobre su familia biológica, adivina, con la ayuda de Pablo, que su propio padre, Francisco, podría estar detrás de la repentina muerte del portero del convento El Remedio. El regreso de su hermano Bruno de Nueva York, tras sobrevivir al atentado de las Torres Gemelas, aviva a toda la familia. Pero nadie puede sospechar las verdaderas intenciones que Bruno tiene con María. Por casualidad, María conoce a Juan, un abogado especializado en bebés robados, y la atracción entre ambos es inmediata, impulsando aún más la búsqueda de María de su madre biológica. Juan es atropellado para robarle unos importantes documentos sobre los bebés robados, mientras María encuentra a su verdadera madre, Fernanda, cuya injusta historia la convence de llevar el caso a los tribunales.