Lucky!

Durante la era más romántica de la Fórmula 1, viajar era exótico y pilotos como Fangio, Moss y Clark eran leyendas vivas que competían en cuatro continentes de la mano de las míticas marcas Ferrari, Alfa Romeo y Lotus. Mientras tanto, Bernie Ecclestone, un inglés perteneciente a la clase trabajadora, no calificado, con visión en un solo ojo y una mente perspicaz, comenzaba su viaje desde un exitoso distribuidor de autos a amigo y mánager de Jochen Rindt, un genuino contendiente por el Campeonato Mundial de Fórmula 1.

Comenzaba la era más glamurosa de la Fórmula 1, con pilotos que eran todos unas verdaderas estrellas de rock, personificadas por Jackie Stewart y el brasileño Emerson Fittipaldi, quienes vivían vidas de la alta sociedad y conducían para equipos cada vez más sofisticados, como Lotus, Tyrrell y McLaren. Por su parte, Bernie pasaba de ser mánager de pilotos a convertirse en propietario del equipo Brabham y luego en jefe de la Asociación de Constructores de Fórmula 1, lo que lo llevaría a enfrentarse de forma deliberada con la poderosa Commission Sportive Internationale (CSI) francesa. Así, Bernie llevó a la Fórmula 1 a otro nivel de forma revolucionaria.

Bernie comenzó a ir más allá de su rol como jefe de equipo cuando, antes que nadie, divisó el futuro de la Fórmula 1 en la televisión en vivo y el dinero ilimitado que podría atraer. Sin embargo, su ascendencia se vio desafiada por Jean-Marie Balestre, un despiadado operador político que representaba a la institución francesa y que deseaba el control total. Balestre, tras convertirse en presidente de la CSI, intentó poner de rodillas a Bernie.

Comenzaba una verdadera guerra entre los equipos británicos y la CSI, renombrada como la Fédération Internationale du Sport Automobile (FISA), quienes se encontraban desesperados por controlar la Fórmula 1 por completo. Por su parte, Bernie llevó a los equipos a Sudáfrica con su propio dinero para demostrarle al mundo que ellos eran los únicos que realmente podían organizar una carrera. La demostración funcionó, su influencia crecía y se vislumbraba más éxito en la pista.

Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984 le brindan a Bernie un modelo a seguir de cómo ejecutar la Fórmula 1: un espectáculo enormemente entretenido con significativos ingresos provenientes de la televisión y patrocinio. Aunque los patrocinadores ya tienen sus carreras favoritas, Bernie toma la decisión, una muy costosa, de transmitir todas las carreras. Por otra parte, Alain Prost se acerca al equipo McLaren, y la sensacional llegada al deporte de Ayrton Senna, de 24 años, indica que la grandeza está por llegar. Además, mientras Bernie continúa modernizando la forma en que los espectadores ven la Fórmula 1, un accidente fatal lleva a Bernie a vender Brabham.

Los pilotos luchan por ganar los campeonatos, y los equipos hacen lo posible por conseguir al mejor piloto. McLaren posiciona a Prost y Senna en lo que parece ser un equipo de ensueño, pero la relación se deteriora rápidamente. En 1988, Senna gana el campeonato, y el mítico Enzo Ferrari muere y deja un gran vacío en la vida de la Fórmula 1. Las rivalidades y las controversias elevan los índices de audiencia aún más mientras el nuevo piloto Michael Schumacher emerge de la Fórmula 3. Sin embargo, a medida que los autos se vuelven más rápidos y la FISA introduce regulaciones para reducir la velocidad, la muerte de Senna deja a Bernie en el ostracismo y a la Fórmula 1 apenas con vida.