Me llamo Earl

Earl ha tomado demasiadas malas decisiones en la vida. No obstante, un giro de los acontecimientos hace que su vida cambie por completo de la noche a la mañana. Earl gana un premio de la lotería y, tras experimentar una revelación, decide convertir su buena suerte en un punto de inflexión y compensar todo el mal que ha hecho hasta ese momento. A su lado en su campaña para darle la vuelta al karma están sus limitaditos amigos: Randy, su desgraciado hermano, y la sexi Catalina. Darnell, dueño de la Cabaña del Cangrejo, el bar favorito de Earl, le presta su apoyo. Sin embargo, Joy, la exmujer de Earl, solo está dispuesta a mover un dedo si obtiene algún provecho con ello.

Mientras continúa intentando dar la vuelta a su karma, Earl se ve en el dilema de qué mala acción debería compensar a continuación. Dejar de fumar es una de las opciones, pero resulta ser más difícil de lo que pensaba en un principio. Randy y Catalina ven entonces la oportunidad de convencerle de que se disculpe con Donny, un antiguo compañero de clase un poco avasallador. Cinco años antes, Earl robó una tienda de dónuts mientras vestía una camiseta de fútbol de Donny y no hizo nada para evitar que Donny pasase dos años en la cárcel por el delito que había cometido él. Earl no solo consigue el perdón de Donny, sino que además deja de fumar y anima a la madre de Donny para que lo deje también. Mientras, Joy, la exmujer de Earl, descubre el testamento que Earl grabó en un vídeo, en el que se lo deja todo a ella, e intenta matarlo.

Para compensar una injusticia más de su lista, Earl jura lograr que su hermano Randy marque el touchdown que no pudo hacer en el instituto. Earl apostó por la derrota del equipo e hizo que Randy, para ayudarlo, jugase mal a propósito y se viese privado de vivir la gloria de marcar un touchdown. Mientras, a mala leche, Joy se dedica a preparar que una grúa se lleve el coche de Earl. Ese giro de acontecimientos sumerge a Earl y a Joy en una carrera para reunir los 3000 $ necesarios para recuperar el coche, en cuyo interior está escondido el dinero de la lotería.

Mientras intenta compensar el robo que hizo en una tienda, Earl se encuentra con Natalie, una antigua novia, insegura y dependiente, con la que rompió fingiendo su propia muerte. Tras hablar de mujeres con Catalina y que esta le dé unos consejos al respecto, Earl decide ir con Randy para confesarle a Natalie la verdad y tacharla de su lista. Por suerte, el golpe no es tan duro ya que Dirk, el nuevo novio de Natalie, parece perfecto para ella. Cuando Earl se creía libre de ella, Dirk lo imita y finge su propia muerte para quitarse de encima a Natalie. Earl considera que debe contarle a Natalie la verdad sobre Dirk para anular su mal karma, pero Catalina lo convence de que es mejor que no se lo cuente para no dejarla destrozada. Por ello, Earl decide limitarse a ser majo con ella; una decisión aparentemente inofensiva que hace que acaben atrapados en una tortuosa relación.

Earl da clases de inglés a extranjeros para tachar de su lista "me reí del acento de los extranjeros". Ralph, un viejo amigo de Earl, sale de la cárcel y Earl lo convence para que intente compensar el mal karma. La idea funciona... al menos durante un tiempo. Ralph acaba secuestrando a Randy y pidiéndole que le diga dónde esconde Earl el dinero que ha ganado en la lotería. Mientras, Joy intenta sabotear el negocio de una de las estudiantes de Earl porque tiene miedo de que le vaya aún mejor al aprender más inglés.

Siguiendo con su lista, Earl tiene que ayudar a la antigua némesis de Joy y a la hija de esta a ganar un concurso de belleza para poder devolverle a Joy la estatuilla que le rompió hace tiempo. La extraña y prestigiosa estatuilla se otorga a las ganadoras de un concurso madre-hija que Joy y su madre ganaron cuando Joy era pequeña. Mientras, Joy se apunta al concurso por su cuenta con su "difunta" madre para intentar ganar por sí misma la estatuilla y seguir en la lista de Earl. Quiere que Earl siga estando en deuda con ella para que le compre el jacuzzi que ha decidido que debe regalarle para compensar la pérdida.